En cuanto a la configuración teórica, el análisis parte del debate suscitado en los años 80 entre las teorías neorrealistas y las del institucionalismo neoliberal en torno a la toma de decisiones de los Estados en un sistema internacional considerado como una « estructura estructurante » de acciones. De forma breve se observan los aportes y limitantes que ofrecen estas « teorías clásicas » en torno a nuestro objeto de estudio, para posteriormente situarse en una perspectiva sociológica constructivista que se centra en el impacto de la institucionalización de unas pautas identitarias, así como de algunos elementos de la cultura política japonesa de post-guerra y sus efectos en términos del desarrollo de las políticas de seguridad.
En este sentido, este trabajo pretende demostrar que la correlación de fuerzas internas y externas presentes en el Japón de post-guerra, generó un cambio en la identidad nacional en la cual Japón de autodefine como una « nación mercantil » (Berger, 2000 ; 331), esto tuvo efectos en la evolución de las políticas de seguridad de los últimos 50 años en términos de un lineamiento aislacionista en los conflictos y tensiones regionales, así como un detrimento de una definición del interés nacional en términos de poder militar.
Realismo e institucionalismo : el dilema en torno a la seguridad
El neorrealismo al igual que el institucionalismo, constituyen teorías en las que se describe la existencia de una estructura que afecta la libertad y el compromiso de las unidades (Estados) en su interacción, a partir de enfoques opuestos cada una de estas teorías enfatiza en el estudio de aquellos elementos que consideran estructurales de la política internacional.
Los enfoques realistas privilegian en su análisis elementos como el interés nacional definido en términos e poder militar, la autoayuda como directriz de los Estados en un mundo anárquico y competitivo que no propicia la cooperación, y la diferenciación de las funciones de los Estados de acuerdo con el tipo y la cantidad de poder que estos disponen (« distribución de capacidades »).
Por su parte, los seguidores del institucionalismo neoliberal destacan el papel que tienen las instituciones en las relaciones internacionales, como un conjunto de reglas formales e informales que persisten y prescriben patrones de conducta, restringen la actividad de los actores a la vez que configuran sus expectativas. Se habla de una política internacional institucionalizada, en la que las acciones estatales dependen considerablemente de los acuerdos institucionales que afectan el flujo de información, las expectativas frente a los acuerdos internacionales y la toma de decisiones. Para este enfoque las instituciones permiten que exista una tendencia hacia la cooperación entre las naciones, debido a la regulación de las expectativas, la coordinación y el alineamiento de interpretaciones en la política internacional (Keohane, 1993 ; 25).
La distribución de capacidades para el realismo y las convenciones para el institucionalismo, constituyen la "estructura estructurante" de las relaciones internacionales, en este sentido el debate entre estos dos enfoques gira en torno a si los Estados se deciden por las cooperación o la autoayuda, por convenciones o por la fuerza militar con miras al ejercicio de la influencia en el sistema internacional.
Tal y como se mostrará en este ensayo, en los últimos 50 años Japón ha desistido de realizar una política internacional basada en la adquisición de poder militar. Tras la segunda guerra mundial Japón se encuentra derrotada en el plano militar, destruida en términos económicos y bajo la ocupación de los Estados Unidos, esto cual significó una pérdida de autonomía y margen de maniobra de la organización política nipona y en términos generales en una situación de dependencia frente al país americano, este estado de dependencia se observó en el plano de la ayuda económica que en un comienzo impidió la hambruna y posteriormente fue la prenda de garantía de prosperidad económica japonesa.
La pregunta clave frente a este tipo de situaciones es ¿qué elementos hacen que un Estado como el japonés resuelva el dilema de guiarse por la autoayuda y el poder militar o por la cooperación y las convenciones internacionales ?.
Con el desarrollo de la interdependencia entre Estados Unidos y Japón bien sea durante el contexto de guerra fría o con el fin de ésta y la conformación de un sistema internacional unipolar con otros polos alternos en zonas de influencia geográfica específica (Japón, UE), Japón aumenta el margen de maniobra en su política exterior y también despliega mayor importancia en el ámbito internacional. A partir del institucionalismo liberal se diría que estos cambios en las estructuras internacionales, generan un ambiente propicio para una disminución de la competencia militar y un aumento en los costos de una guerra potencial, esto debido a la consolidación de las democracias liberales, una mayor interdependencia económica, así como grado más alto de institucionalización del sistema internacional.
Esta explicación es capaz describir algunas condiciones estructurales que pueden orientar las políticas de los países de acuerdo a la configuración internacional, pero deja a un lado elementos como la identidad nacional, la cultura política, las creencias y valores, la correlación interna de fuerzas y sus efectos en la política internacional. La cuestión aquí es averiguar por qué diferentes países elaboran políticas de seguridad diferenciadas aún si se encuentran imbuidos en estructuras y contextos internacionales similares.
Aportes desde el constructivismo : conformación de una identidad nacional y una « cultura político-militar »
Thomas U. Berger afirma que en las relaciones internacionales se presenta una relación dialéctica entre cultura y estructura : factores que no son culturales pueden en ciertas circunstancias afectar la evolución de la cultura, así mismo, las fuerzas culturales tienen un impacto importante en la forma como los Estados responden a las condiciones estructurales como la distribución del poder económico y militar o la densidad de las relaciones internacionales (Berger, 2000 ; 318).
La cultura es entendida aquí como una matriz simbólica que le permite a los individuos comprender y actuar en el mundo, en este sentido el comportamiento humando se encuentra guiado por ideas y creencias que son compartidas y transmitidas socialmente (Wendt, 1992 ; 397). La realidad se construye socialmente a través de la interacción de los individuos en un proceso de tres momentos : externalización, objetivación e internalización, en el primer momento, el orden social se institucionaliza, esto consiste en una « tipificación recíproca de acciones habituadas por tipos de actores », estas tipificaciones cumplen un objetivo de control social de los comportamientos de los actores (Berger y Luckman, 1968 ; 76). Aquí se pasa a un segundo momento donde se definen los roles y los contextos donde los actores se desempeñan. Por último la realidad objetiva es internalizada por los actores, en donde esta realidad está en constante relación con la identidad en el contexto social : « la formación de un yo como identidad reflejada » (Berger y Luckman, 1968 ; 167).
Para el análisis de la políticas seguridad en el marco de esta perspectiva constructivista, se hará un énfasis en el estudio de la « Cultura político militar » (Berger), entendida como una subdivisión de la cultura política que influencia la forma en que los miembros de una sociedad dada perciben la seguridad nacional, el papel de las fuerzas armadas y el uso de la fuerza en la relaciones internacionales. La « Cultura político militar » es transmitida en el proceso de socialización, bajo la presión de las condiciones internas y externas que delimitan el trabajo de los actores y el grado de contingencia de las decisiones, de igual forma generan inercia en el desarrollo de las políticas de seguridad. (Berger, 2000 : 325)
El estudio de la "cultura político-militar" debe realizarse tomando en cuenta en primer lugar el contexto histórico de su desarrollo, su evolución y finalmente, la forma en que ha afectado en la toma de decisiones en torno a la seguridad. (Berger, 2000 : 327)
A partir de 1945 y a lo largo de los años 50 se genera en Japón una nueva identidad nacional, que evidencia un fenómeno muy interesante de construcción social del antimilitarismo como un factor identitario esencial y compartido.
Antes de su intervención en la segunda guerra mundial elementos importantes de la identidad nacional japonesa reposaban en patrones propios de una sociedad militarista, en su condición insular Japón siempre quiso constituir una identidad como un Imperio libre de la presencia extranjera y con una gran capacidad de autodeterminación, la identidad se construyó en torno a « la amenaza » extranjera bien fuera en el entorno regional o frente al « otro » proveniente de occidente, el poder militar jugó un rol importante en la configuración del Estado desde las reformas de Meiji (1868) al igual que durante la guerra Ruso- japonesa a finales del siglo XIX. Durante todo este periodo el poder militar fue concebido como el garante de la seguridad del imperio frente a las « potencias depredadoras occidentales ». (Berger, 2000 ; 330)
Las consecuencias catastróficas y la ocupación que conllevó la participación japonesa en la segunda guerra mundial, fueron entendidas por el pueblo nipón como un impedimento y una traición por parte de las fuerzas armadas a su objeto y fuente de legitimidad como garantes de la libertad del Imperio. De igual forma, las autoridades externas y las elites japonesas ayudaron a sembrar profundos sentimientos antimilitaristas, que en un primer momento se expresaron en el juzgamiento por crímenes de guerra de los militares japoneses participantes en la II guerra, la transformación de los textos escolares y propaganda abierta en contra de las fuerzas armadas. De igual forma los partidos políticos actuaron de forma unánime, todo esto sembró de forma profunda un cambio en el interés nacional en donde lo que va a primar de ahora en adelante son la unificación de esfuerzos para el desarrollo de la economía y de un ethos democrático en el ámbito político (Berger, 2000 ; 332 - 334).
Estos cambios se institucionalizaron en los años 50 durante el Gobierno de Yoshida Shigeru cuando Japón fue se definición como un una « Nación Mercantil y pacifica », capitalista, neutral y no intervensionista de las tensiones y conflictos regionales (como Corea y posteriormente Vietnam).
Esta postura basada en la cultura político-militar especifica que se ha venido describiendo se ha mantenido constante durante hasta la actualidad. A diferencia de fenómenos que se pueden observar en otros países, históricamente los partidos de derecha en Japón no hecho énfasis en el fortalecimiento las fuerzas armadas, sino que se han enfocado sus campañas en el desarrollo económico, así como en el aprovechamiento de la ventajas del comercio y la tecnología, siendo coherente de esta forma, con el desarrollo de la identidad de « nación mercantil y pacifica », con una postura político militar antimilitarista que se construye frente a otras naciones descritas como « guerreras o intervencionstas ». (Berger, 2000 ; 343)
La evolución de las políticas de seguridad
Este punto se centra en una descripción a grandes rasgos de los efectos específicos en términos de las decisiones de política exterior en materia de seguridad que tuvo la construcción de una nueva identidad nacional en la post-guerra, así como los cambios en la cultura política.
Para el caso japonés, el desarrollo de las políticas de seguridad nacional durante « la guerra fría » estuvo enmarcado en los limites estructurales descritos, tales como : el aislacionismo, la no intervención en tensiones regionales, la definición de Japón como una « nación pacifica », la cooperación con los Estados Unidos y la contención del comunismo.
En la primera mitad de los años 70, con el fin de la guerra de Vietnam, se presenta una fuerte discusión a propósito de si Japón debía asumir en el tema de seguridad un rol más activo e independiente frente a los Estados Unidos, esta postura conocida como Jishuboei, pretendía asumir una política internacional basada en el realismo, y contemplaba el fortalecimiento del ejercito y el incremento el presupuesto militar más allá del límite constitucional del 1 % establecido en la post-guerra (Hwang ; 2003). Sin embargo, después de una candente discusión y polémica interna la iniciativa Jishuboei fue descartada por temor a su contenido nacionalista y a los efectos que podría conllevar en términos de la seguridad regional, el desarrollo social del país y el bienestar adquirido a través de la cooperación con Estados Unidos en un periodo de paz (Hwang ; 2003). Como se puede observar, los elementos de la « cultura político militar » de posguerra, es decir, los valores y creencias institucionalizadas socialmente en la definición de una identidad nacional en torno al comercio y el pacifismo, constituyen un factor muy influyente en el enfoque de las políticas de seguridad emprendidas.
La decisión de continuar con la cooperación en términos militares se hizo presente en 1978 con la constitución de unas pautas para la construcción de una política coordinada de defensa, que incluyó en un principio entrenamiento conjunto de tropas y posteriormente en los años 80 se consolidó con un acuerdo entre las dos naciones para la contención de la Unión Soviética. (Berger, 2000 : 347)
A partir de los años 90 durante el periodo de post-guerra fría Japón busca asumir un liderazgo en su espera de influencia directa (Asia- pacifico) basado en el comercio y las instituciones económicas regionales. En el ámbito de la seguridad, se da un debate muy importante en torno al rol que debía jugar este país en las misiones "de paz" como Somalia y en las intervenciones de los "países aliados" como es el caso de la guerra del Golfo Pérsico, este caso resultó específicamente problemático puesto que ciertos sectores políticos presionaban para que en el marco de la cooperación histórica con los Estados Unidos, el país asiático enviara algunos contingentes militares, esta postura conflictuó con una opinión pública critica y ampliamente antimilitarista, razón por la cual Japón no envió en ese entonces componentes militares a Irak (Berger, 2000 : 344). El debate en torno a la participación nipona en intervenciones militares internacionales ha continuado y se hace evidente en el descontento popular frente al apoyo que el gobierno actual ha manifestado al presidente George Bush en la ocupación militar de Irak.
Conclusiones
El presente ensayo permite examinar la utilidad y los limitantes algunos postulados de teorías clásicas como el realismo/neorealimo y el institucionalismo neoliberal y de otras provenientes del tercer debate como la perspectiva constructivista, en el estudio de las políticas de seguridad que pueden desarrollar países como Japón.
El neorrealismo y el institucionalismo al ser teorías estructural-sistémicas permiten evidenciar constantes y limitantes estructurales de gran importancia a la hora de evaluar una política de seguridad, factores como el poder, la autoyuda-cooperación continúan siendo indispensables en la definición de la interacción entre los países y por ende del sistema internacional, la aplicación de estas teorías ayuda a que el uso de las perspectivas constructivistas no se diluya en una simple fenomenología que no toma en cuenta los condicionantes « objetivos » producto de la desigualdad de las relaciones sociales e internacionales
Sin embargo, estas teorías clásicas tienen limitantes a la hora de examinar factores internos como discusiones, correlaciones de fuerza, así como valores y creencias históricamente constituidas, tipificadas e institucionalizadas, que como se observó juegan un papel igualmente importante en la definición de las políticas de seguridad y en la resolución del dilema autoayuda- cooperación en las relaciones internacionales. La perspectiva constructivista muestra la trascendencia que tienen los factores de poder militar cuando se interrelacionan con lo moral, lo étnico y que por ende están relacionados con la constitución de una identidad (nacional).
El papel limitado que han jugado las políticas realistas y las fuerzas armadas en la evolución de las políticas de seguridad de post-guerra en el Japón, muestra el impacto que tuvo los resultados de este país en la segunda guerra mundial y los consecuentes cambios en la identidad nacional y la « cultura político militar ».
En los últimos 50 años se ha consolidado una postura antimilitarista como política de seguridad nacional, a pesar de los diferentes contextos internacionales que ha vivido Japón (post-guerra, guerra fría y post- guerra fría), las decisiones en torno en torno a la seguridad han seguido de forma constante una directriz de acuerdo con los principios de su identidad como nación capitalista « mercantil y pacifica » así como de su « cultura político militar », lo cual en términos concretos ha significado una política aislacionista frente a las tensiones regionales, el antimilitarismo, y la cooperación con los Estados Unidos, simbólica en términos militares, pero muy clara y contundente en términos políticos.
BIBLIOGRAFÍA
BERGER, Peter, LUCKMANN, Thomas, La Construcción Social de la Realidad. Amorrortu, Buenos Aires, 1968
BERGER Thomas U. Norms, « Identity and National Security in German and Japan »
KEOHANE Robert o., Instituciones internacionales y poder estatal, GEL, Buenos Aires, 1993
KEOHANE Robert o., NYE, Joseph s. Poder e Interdependencia, Buenos Aires, 1998
WENDT, Alexander, « Anarchy is what States make of It : the socical construcction of power politics », en International Organization No46, 1992 Pág. 391-425